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Trayectoría
Cuando me dediqué totalmente a la creación, al principio de los años 80, no fue tanto una decisión deliberada como una necesidad interior. ¿Qué nombre puedo dar a la multitud de sensaciones que brotaban en mí, a la sed de hacer y de decir, a la voluntad de sentirme útil, de dar lo que podía dar a través del arte plástico ?
Después de haber probado la pintura sobre lienzo, la idea de trabajar sobre madera se impuso rápidamente; era lo que mejor me correspondía. Su olor me perseguía desde mi infancia: aprendí a caminar entre las virutas del taller de mi padre que era ebanista en un pueblo de Castilla.
La máquina se puso entonces a funcionar.
Con la madera, pude rápidamente, y durante muchos años, expresar mis deseos inmediatos: astillarla con formones, añadir materias (hormigón, yeso etc.), clavar, hacer montajes, pintar, encolar lienzos o papeles.
Poco a poco, la foto vino integrándose y haciéndose cada vez más presente.
Muy pronto también, me invadió la necesidad de cuestionarme sobre lo que me rodeaba. Empecé realizando grandes empalizadas, cuyo tema era la ciudad -Paris-, y las presenté creando eventos en público, o instalaciones.
En esta época, estuve implicada social y politicamente en la defensa de los «Squats artísticos». Éramos unos cincuenta artistas asociados para ocupar fábricas o garages abandonados desde hacía años; una vez instalados, preveníamos a las autoridades y éstas consentían que nos quedásemos por algun tiempo. Una experiencia rica en encuentros de todo tipo, con artistas procedentes de varios horizontes, con galerías, con la televisión…Encuentro sobre todo con un Mecenas, Éric Monti, representante de una raza hoy desaparecida, que compraba nuestras obras, las exponía. Fue también una experiencia rica en fiestas interminables y animados intercambios de ideas, una experiencia caracterizada por la abundancia de creación… Pero ésto se acabó mal y me isolé.
En el 89 descubrí, en Colmar, el Retablo de Issenheim, de Grünewald. Fue un choque, no dormí durante varias noches preguntándome cómo yo podría realizar un retablo contemporáneo que se articulase como el de Grünewald. Y ¿con qué dinero? Hablé con Éric Monti, nuestro mecenas, el proyecto le entusiasmó. Él hizo que mi sueño se realizase, financiándolo y alquilando un espacio muy grande para poder presentarlo, con música, textos e iluminaciones. Trabajé durante seis meses y pude exponer el Retablo de Paris en muy buenas condiciones, acompañado de una serie de cuadros con monjas y monjes mártires.
Los temas se suciedieron, una nueva etapa empezaba.
Prostitución: más de cincuenta cuadros intentando mostrar sin juzgar lo que es «el oficio más viejo del mundo».
Condición humana: soledad, sufrimiento, víctimas de una sociedad sin compasión. Racismo: trabajé con niños de mi ciudad, esos que no podían ir de vacaciones, africanos y magrebíes, les fotografié y después les hice trabajar sobre la mezcla de razas.
Mujeres: cuál es su situación en el mundo del arte y de la creación? Organicé dos conferencias sobre este tema, aprovechando dos exposiciones en Paris y Barcelona.
Lugares: fábricas abandonadas, donde gente había trabajado durante años; un canal vaciado con residuos que allí yacían (motos, coches, bicis, cochecitos de niños…)
Estaciones: salidas, llegadas; maletas y vías; años de ir y venir, Paris-Valladolid, Valladolid-Paris, ¡Tantos años viajando por esos caminos de hierro! El tren como medio de encuentro, pero también salida hacia el exilio.
Vértigo: grandes retratos con collages de fotografías. vértigo del vacío interior, miedo a lo que va a venir…
Mi último trabajo plástico -Una palabra un cuadro – Un cuadro una palabra-, intenta traducir las emociones y sensaciones que nos acompañan y nos habitan, a través de una reflexión plástica sobre las palabras que las expresan: Nostalgia, Melancolía, Pesimismo, Emoción-Pasión, Egocentrismo, Masoquismo, etc.
Con esta serie culminó, en el 2007, mi última exposición en la cual presenté mis diez últimos años de trabajo, en el Centro de cultura l’Embarcadère de Montceau les Mines.
Desde entonces, mi creación se está concentrando en: ¡una pantalla de ordenador! Abriéndome una infinidad de posibilidades que mis manos, ya bien martirizadas, no hubiesen podido realizar. Tardé más de un año en dominar mi nueva herramienta: pasar de una creación más bien física a una creación casi matemática es un salto atrevido. ¿Era pintora y me estaba volviendo fotógrafa? No, trabajaba ya con la foto y ahora compongo mis obras y mis fotos con la ayuda de un programa de tratamiento de imágenes. Sólo cambia el medium. Organizo mi trabajo como antes. Es una continuación que encontró su lógica.